Historia Capitulo 1
L
a vida transcurría y sucedía gracias a los ciclos del agua. Los Yariguíes conocían como la palma de su mano este territorio, su hogar. La comprensión precisa de su espacio les permitía cazar, pescar, sembrar y tener sus viviendas en las zonas montañosas, sin asentarse exclusivamente en las riberas del río. Pero lo que para ellos era una cotidianidad de abundancia, para los colonizadores españoles y para los criollos era la exuberancia de lo desconocido:
Manuel Ancízar, 1851.
La vida para los hijos del río cambió con el choque de dos mundos, dos realidades que querían habitar el mismo lugar, dos imaginarios totalmente opuestos en su concepción sobre la vida que desataron una guerra. Y la muerte se hizo presente, más presente que nunca. Mientras los Yariguíes veían en la abundancia de su hogar el buen vivir y el futuro de sucesivas generaciones, los colonizadores querían esta abundancia dominada, domesticada y explotada para el progreso, por lo que avanzaban en el control territorial y en la búsqueda de recursos que pudieran explotar, un botín por reclamar. Allí apareció un trofeo inesperado que se convirtió en la fuente más apetecida de riqueza, el petróleo.
Una jornada delante de Latora, donde van a desembarcar los bergantines, hay una fuente de betún que es un pozo que hierve y corre fuera de la tierra y está situado entrando por el bosque al pie de la sierra y es de gran cantidad y espeso licor y los indios tráenlo a sus casas y úntanse con este betún porque le hallan bueno para quitar el cansancio y fortalecer las piernas, y de este licor negro y de olor de pez y peor, sírvense de este los cristianos para brear sus bergantines. A este lugar en la confluencia de los ríos La Colorada y Oponcito, se le llamó Infantas, en honor de las hijas del Rey de España.
Hernán Vásquez, 1994.
Para quedarse con el botín, los colonizadores construyeron y alimentaron la falsa creencia de que los habitantes de estas tierras eran salvajes y antropófagos que atacaban a quien se encontraban a su paso.
violencia que recibía su pueblo y su territorio.
Ellos estaban defendiendo su hogar.
Su hogar y toda su forma de vida quedó amenazada cuando españoles, alemanes y criollos se empeñaron en evangelizarlos e imponerles sus creencias e intereses violentamente, además, con todo el respaldo del Estado. Para ello, a mediados del siglo XIX las “Políticas de reducción, civilización y catequización de indígenas”, alcanzaron su máxima expresión en la Ley 89 de 1890 que especificaba “la forma como deben ser gobernados los salvajes que se reduzcan a la vida civilizada”.
Crear vías ayudó al asentamiento definitivo de empresarios y emprendedores que llegaron incentivados por el Estado, que les otorgó las tierras despojadas a los Yariguíes a aquellos que estuvieran dispuestos a trasladarse a Santander para convertirse en propietarios y abrir la zona al desarrollo desde la mirada occidental.
violencia que recibía su pueblo y su territorio.
Ellos estaban defendiendo su hogar.
Esa percepción de que las tierras estaban vacías y no le pertenecían a nadie fue una excusa que usó el Estado para denominarlas baldías y así legitimar y legalizar el saqueo de los Yariguíes. Por ejemplo, el Código Fiscal (artículo 868 de la Ley 106 de 1873) estableció que las tierras baldías eran terrenos que podían ser concedidos como pago o compensación a quienes estaban abriendo vías para el desarrollo, es decir, aquellos empresarios que construían caminos para facilitar el comercio en la zona. También se entregaron como estímulo para la permanencia de familias en los asentamientos cercanos a los propios caminos o se vendieron al mejor postor para generarle ingresos al Estado.
Ranchos de paja, rastrojos y terrenos, caseríos, casas de teja y potreros hacían parte de aquel espacio utilizado, ampliado o disminuido por las variaciones de los caminos (…) poseían plantíos de cacao, yuca, plátano, nacuma, casa pajiza para habitación, con su mobiliario y algunas herramientas de agricultura, potreros con pastos naturales y pastos cultivados con 121 reses vacunas, siete mulas, tres yeguas, un caballo, un burro y cinco marranos” cuyo valor se estimaba en diez y ocho mil pesos sencillos.
Fondo Judicial de Bucaramanga, 1877.
Y así es como von Lengerke empezó a ser considerado un ejemplo a seguir por ser “fundador de pueblos, ingeniero constructor de trochas, caminos y de puentes, impulsador del comercio y de la exportación, creador de riquezas, investigador de la naturaleza, domeñador de tribus indígenas” (Higuera, C., 2014).
Pese a todo esto y la resistencia del momento, los exploradores continuaban explotando el territorio. Como mencionamos, a Roberto de Mares, explorador de quina que llegó a Barrancabermeja por el descubrimiento del manadero de Infantas, el Estado le adjudicaría la famosa Concesión de Mares en 1905..
Los enclaves suelen definirse con la apropiada metáfora de que son “Estados dentro del Estado”, para referirse a que una compañía extranjera controla un vasto territorio en otro país, mediante la figura jurídica de las Concesiones. El Estado local le cede tanto territorialidad como soberanía, para que la empresa foránea haga “lo que se le venga en gana”, en materia económica, social, laboral y ambiental, sin que eso redunde en el desarrollo del mercado nacional, puesto que la compañía busca acabar rápido con los recursos, y no invierte ni siquiera parte de sus ganancias en la economía doméstica. Para ello, el enclave dispone de una “infraestructura de fuga”, es decir, que comunica la zona donde está el recurso con los ríos, mares y puertos que permitan transportar el producto hacia el mercado mundial.
Para los países dependientes, los enclaves tienen consecuencias negativas, por el deterioro ambiental, la destrucción de ecosistemas, la contaminación, y la explotación intensiva de los trabajadores locales, así como por la represión e intolerancia por parte de las compañías extranjeras.
Renán Vega y Luz Ángela Núñez, 2017.
Como mencionamos, estas dinámicas económicas se fundamentaron en la violencia el despojo, el saqueo, el asesinato y la rapiña de tierras, por lo que el petróleo comenzó su historia manchado de la sangre del pueblo Yariguí, exterminado para dar paso al progreso. El imaginario del desarrollo se iba imponiendo en la cuenca del Sogamoso, convirtiendo a la naturaleza en escenario, botín y víctima de la guerra.
El territorio de la cuenca del río Sogamoso continuaba siendo un escenario del conflicto, pues la Rebelión de los Comuneros influenció a otras guerrillas populares durante la Guerra de los Mil Días, la cual dividía al país en dos bandos políticos: conservadores y liberales. Estas guerrillas serían la Guerrilla de Betulia, la Guerrilla de la Niebla, la Guerrilla de Zapatoca, la Guerrilla de Simacota y la Guerrilla del Hatillo.