Historia Capitulo Información
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Este proyecto fue elaborado por el equipo de investigación conformado por Tatiana Rodríguez Maldonado (coordinadora General de Censat Agua Viva), Laura Sánchez Torres (investigadora y profesional del área de Agua bien común de Censat Agua Viva), Andrés Peñarete Lugo (investigador), Natalia Giraldo Jaramillo (investigadora), Juan Manuel Rengifo Arana (trabajo cartográfico) y Juliana Vargas Reyes (asistente de investigación).
La cuenca del río Sogamoso en Santander ha sido un escenario de conflicto porque debido a sus condiciones fértiles y biodiversas ha sido proclamado como una zona estratégica para Colombia. Esto se ha considerado un permiso para explotar el petróleo en sus suelos, aprovechar su riqueza hídrica para proyectos palmeros, hidroeléctricos y ganaderos, entre otros. Además, también se considera una zona estratégica porque sus vías terrestres y acuáticas conectan el interior del país con el mar Caribe a través del río Magdalena, y con la frontera de Venezuela a través del tránsito terrestre entre departamentos.
La colonización y la explotación en la cuenca generó un escenario para la apropiación, el despojo y la acumulación de tierras, en detrimento de las comunidades de pescadores y campesinos, haciendo de este un territorio en constante disputa. Miradas ajenas crearon sobre él unos imaginarios con fines extractivistas que fueron construyendo las nociones de un desarrollo sustentado en la rapiña.
Esas miradas convirtieron la cuenca del Sogamoso en su botín. Fueron las miradas de un desarrollo arrasador que se aprovecha y se lucra de la naturaleza, de sus habitantes, de sus formas de vida y costumbres. En contraste, la población ribereña construyó su territorio desde una mirada comunitaria, de la abundancia, del compartir, del festejo y del buen vivir, en una relación codependiente con el río.
Como consecuencia, este territorio también ha sido víctima de diversos daños físicos y simbólicos que arruinan la vida de sus habitantes. Por eso este análisis toma tres conceptos para entender el conflicto armado interno en la cuenca del río Sogamoso, para reflexionar cómo la naturaleza como escenario, botín y víctima de una guerra que aún no termina.
también reclaman un futuro para correr”
libres y vivos.
Cuenca alta del río Sogamoso
La colonización fue lenta, recorriendo todo ese paisaje montañoso que drena aguas hacia el cañón. Con un clima más templado y frío, la cuenca alta fue siendo ocupada por pequeños productores que bajaban desde esas primeras ciudades de la zona andina para conectarse con el río Magdalena a través del Sogamoso, llenando el panorama con cultivos muy diversificados como cacao, café y frutales.
La cuenca alta fue colonizada por pobladores de la misma zona, mientras que en la cuenca baja predominó la colonización de la población de otras regiones del país.
Cuenca media del río Sogamoso
(…) el 24 de julio de 1986 llegaron 84 personas adultas a tumbar montaña y rastrojo. Construimos un ranchón con nacuma y madera donde todos dormíamos. Pasaron unos meses y los que teníamos familia la trajimos y así fuimos quedando 25 familias. Los que eran solteros se fueron yendo por falta de documentación de las tierras, por las necesidades que tuvimos que aguantar y que ellos no soportaron pues no tenían obligaciones con hijos ni señoras.
Bencelardo Rodríguez Gallo.
Ese imaginario se materializó también en una gran violencia de la fuerza pública contra las organizaciones campesinas y en la articulación de la mano armada del Estado con grupos de autodefensas locales. Entre esos grupos, Los Sanjuaneros tienen gran relevancia, pues fueron un modelo de autodefensas que nació en la cuenca media y se propagó a lo largo del río Sogamoso, inspirando el nacimiento de nuevos grupos que fueron base para la expansión paramilitar que llegaría años después.
En este sentido, la cuenca media no solo fue un escenario de guerra sino que también se convirtió en víctima de la misma, cuando los grupos paramilitares utilizaron el río en la provincia del Chucurí para desaparecer los cuerpos de sus víctimas, como si lo hicieran cómplice de sus acciones o lo reclutaran forzadamente. El resultado es que el río también fue estigmatizado y convertido en un lugar del dolor y del miedo.
Por ejemplo, El Tablazo, punto ubicado en la antigua hacienda Montebello donde confluían los ríos Sogamoso y Chucurí, es un lugar que evidencia cómo el río fue convertido en escenario, víctima y botín de la guerra. Veremos que este lugar fue utilizado por los actores armados como cementerio, ruta de tráfico, escondite y bodega de los carteles que se movían por el río, así como zona de cruce de fuego. De El Tablazo ya no hay rastro, pues quedó enterrado por Hidrosogamoso, así como los cuerpos que fueron arrojados allí.
Cuenca baja del río Sogamoso
Todas esas actividades extractivas ejercen una fuerte presión sobre las ciénagas, playones, madres viejas, humedales, caños y quebradas que hacen parte de las áreas protegidas de la cuenca del río Magdalena, compitiendo con otras actividades productivas de pequeña escala, en especial la pesca y la producción de bienes agrícolas.
El potencial natural y las características biológicas y geográficas de la cuenca, fueron aprovechadas por actores armados que se disputaron el control de este escenario de tránsito estratégico, ya no de telas y oro, pero sí de drogas y gasolina, convirtiendo también al río en una víctima de reclutamiento forzado.
Esta violencia golpeó particularmente al movimiento sindical, pero también a formas organizativas diversas, como la Organización Femenina Popular, la Asociación de Pescadores Artesanales y Acuicultores de El Llanito (APALL), la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (ACVC) y el mismo Movimiento Social en Defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí, Ríos Vivos Santander (Msdrsc).
Si se quieren visitar las aguas del Sogamoso, lo que hay que hacer es contratar los servicios de turismo del embalse Topocoro, que será custodiado y vigilado por el primer CAII Fluvial del país.Centro de Atención Inmediata Interinstitucional (CAII), financiado principalmente por Isagen. Se indica que “el objetivo de la embarcación, donde funcionarían oficinas de las autoridades ambientales, fluviales y de Policía (es) prestar los servicios de seguridad y garantizar el desarrollo turístico ordenado en el espejo de agua de casi 7.000hectáreas” (El Tiempo, 2019).
“Yo de niña vi la abundancia del territorio, vi cómo se hacían cambalaches entre campesinos y pescadores, cómo teníamos comida para todos, pero ahora hay escasez por la llegada del desarrollo”.
Blanca Nubia Anaya
¿Por qué hablar del río Sogamoso como”
armado interno?
Para avanzar en esta historia es importante reconocer tres nociones que planteamos para entender cómo la guerra afecta a la naturaleza en una relación causal y sucesiva: escenario, botín y víctima.
Para empezar, la cuenca del río Sogamoso fue convertida en escenario del conflicto armado porque se la califica como zona estratégica, en la que se establece que existen condiciones atractivas para la explotación y/o comercialización de bienes naturales a gran escala y la generación de ganancias, no solo para empresas, sino también para actores armados que ven en ello un foco para su financiación. Así se marca una especie de destino ineludible que reconfigura el territorio pasando por encima de las formas de vida propia de sus habitantes. Sobre la naturaleza tienen lugar confrontaciones, disputas (armadas o no) y ubicación de actores con intereses y miradas diferentes, algunas veces contrapuestas y otras complementarias.
La naturaleza no es automáticamente un escenario de la guerra por el mero hecho de ser un espacio físico donde ocurren hechos del conflicto, sino que, como resultado de una territorialización específica como lugar estratégico para la guerra y el desarrollo, sostiene cargas simbólicas y prácticas que la hacen ser objeto de disputa. La naturaleza entendida como “teatro de operaciones” es una escenificación que incluye la caracterización de unos actores de la guerra, la elaboración de libretos (lenguajes, discursos), un guión (políticas, normas formales o informales) y, por supuesto, una puesta en escena que pone todo ello en juego.
Así, quien movilice de manera más exitosa los recursos a su disposición, incluyendo los recursos militares, se apropia de la naturaleza en la rapiña del más fuerte, es decir, se queda con el botín, las tierras, el agua, las zonas de tránsito, la biodiversidad, pero también con las dinámicas locales, los saberes tradicionales (la pesca artesanal, el conocimiento del río), etc., y los controla según su interés (puede reservarlos, extraerlos, eliminarlos, tranzarlos y hasta desperdiciarlos, al fin y al cabo son su botín).
Este segundo paso implica la cosificación y mercantilización de los bienes naturales y consideramos que la naturaleza es botín de guerra incluso en acciones que se presentan como positivas para el territorio porque hacen parte del imaginario del desarrollo, cuando ese extractivismo está sustentado en dolor y sufrimiento previos. Nos referimos, por ejemplo, a la belleza artificial del espejo de agua de un embalse sin vida, que la hace llamativa para el turismo.
Por lo tanto, cuando la naturaleza se cosifica y se comercia en la guerra, este escenario del que algunos se lucran, se convierte en víctima al sufrir los daños de ese proceso. Esta noción expresa afectaciones y transformaciones físicas sufridas por la naturaleza, pero también simbólicas. Cuando la tristeza de la gente es porque “el río no volvió a brillar” o porque ya no tiene tantos colores como antes, cuando estaba vivo antes de la represa, es porque no solo carga su propia muerte, sino también tanta que le tocó transportar. Por eso, como un aporte para el análisis de la naturaleza como víctima de la guerra, ofrecemos una caracterización de las violencias ambientales generadas por el conflicto armado y el extractivismo en la cuenca del río Sogamoso, en un paralelo con los hechos reconocidos como victimizantes para los seres humanos por la Ley 1448 de 2011.