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sas categorías han ido tomando forma a lo largo de los años a través de espacios como el que llamamos Comisión de Verdad AmbientalEn ella participaron, además de académicos y miembros del CNMH, el Movimiento Nacional Ríos Vivos, el Proceso de Comunidades Negras, (PCN), la Asociación de Productores para el Desarrollo Comunitario de la Ciénaga Grande del Bajo Sinú (Asprocig), el Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA), la Asociación Minga, el Cinturón Occidental Ambiental (COA), el Observatorio de Conflictos Ambientales (OCA) de la Universidad Nacional de Colombia, el Comité Ambiental del Tolima, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, la Fundación Mambe y el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (Ccajar). , iniciativa de memoria que propusimos y que fue priorizada por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en 2017, año durante el cual realizamos una serie de mesas de trabajo para poner de presente la importancia de la naturaleza, el territorio, los espacios de vida y los bienes comunes en medio del conflicto armado.
Muchas cosas han pasado desde entonces, incluyendo el reconocimiento de derechos para el río Atrato y el hecho de que en el lenguaje sobre la memoria y en las entidades del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR) ahora se habla de la naturaleza como víctima de la guerra.
Tras la firma de los Acuerdos de Paz en 2016, insistimos en el debate público de la construcción de paz, la memoria histórica ambiental y nos acercamos a la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición y acordamos llevar a cabo un estudio de caso que nos permitiera seguir nutriendo las nociones propuestas y darle elementos en la construcción de su informe final. En ese marco nace el proyecto "Los ríos en la Los ríos en la guerra: patrones de impactos ambientales del conflicto armado interno en Colombia (1958 2016)", que nos permitió seguir ahondando en los avances pioneros que sobre memoria histórica ambiental ha hecho el Movimiento en defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí, indagando en la historia del río Sogamoso en Santander, a partir de los cuales hay mucho contenido con respecto a cómo la naturaleza ha sido escenario, víctima y botín de la guerra y del desarrollo.
Como parte del proyecto con la CEV, presentamos este documental web, para contarles sobre la historia de este territorio y las vicisitudes que ha tenido que soportar por la guerra y por haber sido marcado como un lugar con potencial para ser aprovechado económicamente. Esperamos poder presentar pronto la investigación completa entregada a la CEV, una vez ella entregue a Colombia y al mundo, su informe final.

Este proyecto fue elaborado por el equipo de investigación conformado por Tatiana Rodríguez Maldonado (coordinadora General de Censat Agua Viva), Laura Sánchez Torres (investigadora y profesional del área de Agua bien común de Censat Agua Viva), Andrés Peñarete Lugo (investigador), Natalia Giraldo Jaramillo (investigadora), Juan Manuel Rengifo Arana (trabajo cartográfico) y Juliana Vargas Reyes (asistente de investigación).

La cuenca del río Sogamoso en Santander ha sido un escenario de conflicto porque debido a sus condiciones fértiles y biodiversas ha sido proclamado como una zona estratégica para Colombia. Esto se ha considerado un permiso para explotar el petróleo en sus suelos, aprovechar su riqueza hídrica para proyectos palmeros, hidroeléctricos y ganaderos, entre otros. Además, también se considera una zona estratégica porque sus vías terrestres y acuáticas conectan el interior del país con el mar Caribe a través del río Magdalena, y con la frontera de Venezuela a través del tránsito terrestre entre departamentos.

La colonización y la explotación en la cuenca generó un escenario para la apropiación, el despojo y la acumulación de tierras, en detrimento de las comunidades de pescadores y campesinos, haciendo de este un territorio en constante disputa. Miradas ajenas crearon sobre él unos imaginarios con fines extractivistas que fueron construyendo las nociones de un desarrollo sustentado en la rapiña.

Esas miradas convirtieron la cuenca del Sogamoso en su botín. Fueron las miradas de un desarrollo arrasador que se aprovecha y se lucra de la naturaleza, de sus habitantes, de sus formas de vida y costumbres. En contraste, la población ribereña construyó su territorio desde una mirada comunitaria, de la abundancia, del compartir, del festejo y del buen vivir, en una relación codependiente con el río.

Como consecuencia, este territorio también ha sido víctima de diversos daños físicos y simbólicos que arruinan la vida de sus habitantes. Por eso este análisis toma tres conceptos para entender el conflicto armado interno en la cuenca del río Sogamoso, para reflexionar cómo la naturaleza como escenario, botín y víctima de una guerra que aún no termina.

En la cuenca del río Sogamoso surgen voces que luchan por ser reconocidas en la memoria histórica oficial. Son memorias que hablan por la naturaleza y construyen la memoria ambiental de esta subregión del Magdalena Medio.
El Magdalena Medio es una zona inmensa compuesta por buena parte de cinco departamentos de Colombia: Antioquia, Cesar, Bolívar, Santander, Boyacá y Caldas. Por ser una agrupación tan grande, en los análisis de la región se han invisibilizado particularidades territoriales que tienen relación directa con el conflicto armado interno del país y con la explotación de la naturaleza.
Por ello, este recorrido virtual que analiza a la naturaleza como escenario, botín y víctima del conflicto armado, se enfocará en la cuenca del río Sogamoso en el Magdalena Medio santandereano, con el objetivo de entender sus dinámicas diferenciadas, que incluyen comprender diferencias entre su cuenca baja, media y alta . También analizaremos por qué la guerra tuvo características y consecuencias únicas aquí.
Esta división de la cuenca es el resultado del análisis, por lo que incluye aspectos naturales, pero es, sobre todo, una forma de explicar los intereses económicos, las diferencias culturales, los procesos de colonización e impactos del conflicto armado que originaron que este río, pese a ser tan corto (de solo 129.5 km), merezca ser reflexionado en su singularidad histórica.

Cuenca alta del río Sogamoso


En el lugar donde las aguas de los ríos Suárez y Chicamocha (al inicio del cañón que lleva este nombre) se funden totalmente, nace el río Sogamoso y empieza la parte alta de su cuenca. Comprende zonas de Betulia, Zapatoca, Girón y Los Santos, es decir, casi todos los municipios de la zona comunera, que son los de más antiguo poblamiento. Además, esta es la zona de influencia de un primer eje del comercio y la vida económica y social de la región, Bucaramanga
La gente que se fue instalando desde el siglo XVIII sobre la parte alta y occidental de la serranía de los Yariguíes, buscaba comunicación con la región Caribe, pues por allí circulaba el oro que salía de Girón, las cosechas de cacao y las telas que se producían en la región.

La colonización fue lenta, recorriendo todo ese paisaje montañoso que drena aguas hacia el cañón. Con un clima más templado y frío, la cuenca alta fue siendo ocupada por pequeños productores que bajaban desde esas primeras ciudades de la zona andina para conectarse con el río Magdalena a través del Sogamoso, llenando el panorama con cultivos muy diversificados como cacao, café y frutales.

La cuenca alta fue colonizada por pobladores de la misma zona, mientras que en la cuenca baja predominó la colonización de la población de otras regiones del país.

Por el tipo de población que predominó en la colonización de esta zona, se presentó una base social de interés y cierto nivel de afinidad con organizaciones guerrilleras que nacieron y se expandieron en la cuenca del río Sogamoso y que tuvieron su origen en comunidades campesinas.
Así, en la cuenca alta del río predominaron grupos guerrilleros como el ELN, las FARC y el EPL, que manejaron esta como una zona de retaguardia debido a su topografía. Sin embargo, el foco del conflicto armado y de las disputas territoriales se concentró en la cuenca media y baja, en tanto fueron los territorios identificados como estratégicos en términos militares, económicos y políticos.

Cuenca media del río Sogamoso

La cuenca media comienza al finalizar el cañón del Chicamocha, cerca del extremo norte del Parque Natural Nacional Serranía de los Yariguíes. Antes de la construcción de la represa, el Sogamoso se encontraba con el río Chucurí para luego abrirse paso a través de la serranía de La Paz y alcanzar el valle del río Magdalena. Sacando provecho de su topografía, esta fue la zona que terminó inundada por la represa de Hidrosogamoso, es decir, es donde está ubicado el embalse Topocoro.
Desde la Colonia, aquí se entregaron históricamente extensos terrenos, considerados baldíos, a terratenientes que se quedaron con la propiedad de lo que luego fueron grandes y reconocidas haciendas de la región. En contraste, en los fértiles y angostos valles de la cuenca media del Sogamoso se dieron condiciones para asentamientos campesinos, muchos de los cuales fueron el resultado de apropiaciones de tierra de quienes, no teniendo lugar para vivir y cultivar, se tomaron las tierras concentradas por grandes latifundistas y constituyeron asentamientos en San Vicente del Chucurí, Betulia, Lebrija, Zapatoca, Girón y El Carmen de Chucurí. De estas luchas por la tierra es emblemático el caso del asentamiento de La Leal:

(…) el 24 de julio de 1986 llegaron 84 personas adultas a tumbar montaña y rastrojo. Construimos un ranchón con nacuma y madera donde todos dormíamos. Pasaron unos meses y los que teníamos familia la trajimos y así fuimos quedando 25 familias. Los que eran solteros se fueron yendo por falta de documentación de las tierras, por las necesidades que tuvimos que aguantar y que ellos no soportaron pues no tenían obligaciones con hijos ni señoras.


Bencelardo Rodríguez Gallo.

Tras décadas de trabajo duro, la presión de los terratenientes y empresas y el acoso de las balas de múltiples bandos, desembocó en el despojo y desplazamiento de los campesinos y pescadores, lo que facilitó de nuevo la concentración de la tierra y la implantación de proyectos extractivos.
La instalación de la infraestructura de la hidrorrepresa de Isagén y las diferentes disputas en el territorio, hicieron de las cuencas media y baja las zonas de mayor victimización por desplazamiento forzado y despojo de tierras. Así el territorio quedó convertido en botín de esa, de otras empresas privadas y de políticos condenados por parapolítica.
Los asentamientos de gentes sin tierra, fueron particularmente escenarios de guerra cuando grupos insurgentes empezaron a hacer presencia. Luego, los paramilitares y la fuerza pública estigmatizaron a los campesinos que ocupaban esos lugares, porque les resultaba casi imposible creer que su lucha no estuviera mediada por las guerrillas. Las estigmatizaciones se consolidaron sobre los habitantes de la provincia del Chucurí y por ello en el imaginario más común San Vicente es la cuna del ELN antes que la capital cacaotera de Colombia.
Los asentamientos de gentes sin tierra, fueron particularmente escenarios de guerra cuando grupos insurgentes empezaron a hacer presencia. Luego, los paramilitares y la fuerza pública estigmatizaron a los campesinos que ocupaban esos lugares, porque les resultaba casi imposible creer que su lucha no estuviera mediada por las guerrillas. Las estigmatizaciones se consolidaron sobre los habitantes de la provincia del Chucurí y por ello en el imaginario más común San Vicente es la cuna del ELN antes que la capital cacaotera de Colombia.

Ese imaginario se materializó también en una gran violencia de la fuerza pública contra las organizaciones campesinas y en la articulación de la mano armada del Estado con grupos de autodefensas locales. Entre esos grupos, Los Sanjuaneros tienen gran relevancia, pues fueron un modelo de autodefensas que nació en la cuenca media y se propagó a lo largo del río Sogamoso, inspirando el nacimiento de nuevos grupos que fueron base para la expansión paramilitar que llegaría años después.

En este sentido, la cuenca media no solo fue un escenario de guerra sino que también se convirtió en víctima de la misma, cuando los grupos paramilitares utilizaron el río en la provincia del Chucurí para desaparecer los cuerpos de sus víctimas, como si lo hicieran cómplice de sus acciones o lo reclutaran forzadamente. El resultado es que el río también fue estigmatizado y convertido en un lugar del dolor y del miedo.

Por ejemplo, El Tablazo, punto ubicado en la antigua hacienda Montebello donde confluían los ríos Sogamoso y Chucurí, es un lugar que evidencia cómo el río fue convertido en escenario, víctima y botín de la guerra. Veremos que este lugar fue utilizado por los actores armados como cementerio, ruta de tráfico, escondite y bodega de los carteles que se movían por el río, así como zona de cruce de fuego. De El Tablazo ya no hay rastro, pues quedó enterrado por Hidrosogamoso, así como los cuerpos que fueron arrojados allí.

Cuenca baja del río Sogamoso

En esta zona el río Sogamoso desemboca en el río Magdalena. La cuenca baja corresponde a la llanura aluvial, es decir, la parte más plana y cálida que se constituye en su valle de inundación. Allí, después de su último tramo recto recobra sus meandros, en los que se forman y desaparecen islas y la vertiente se convierte en ciénagas como El Llanito, Pozalarga y San Silvestre, así como humedales y zonas de recarga acuífera que en épocas secas ayudan a mantener el nivel del cauce de los ríos al ir liberando el agua.
En la cuenca baja se ubican Barrancabermeja, Puerto Wilches, Sabana de Torres y San Vicente de Chucurí. Aquí el poblamiento fue más lento porque la gente de la zona había preferido quedarse en las partes altas, así que los asentamientos se dieron por la llegada de migrantes de otras partes del país, atraídos por la explotación de petróleo desde principios del siglo XX.

Todas esas actividades extractivas ejercen una fuerte presión sobre las ciénagas, playones, madres viejas, humedales, caños y quebradas que hacen parte de las áreas protegidas de la cuenca del río Magdalena, compitiendo con otras actividades productivas de pequeña escala, en especial la pesca y la producción de bienes agrícolas.

El potencial natural y las características biológicas y geográficas de la cuenca, fueron aprovechadas por actores armados que se disputaron el control de este escenario de tránsito estratégico, ya no de telas y oro, pero sí de drogas y gasolina, convirtiendo también al río en una víctima de reclutamiento forzado.

Fue a través de la cuenca baja que los paramilitares llegaron a tomarse la zona, por un lado, las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM), desde Puerto Boyacá a través de la provincia de Chucurí, y por el otro, las Autodefensas de Santander y Sur del Cesar (Ausac) moviéndose desde el sur del Cesar atravesando Sabana de Torres y Puerto Wilches.
Para finales de los 90 el control total era ejercido por los paramilitares, control que luego lo legaron a las organizaciones que surgieron después de la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y que actualmente se disputan la cuenca, principalmente en Barrancabermeja y su zona de influencia, por el interés en el control de las rutas del narcotráfico que atraviesan la cuenca baja.

Esta violencia golpeó particularmente al movimiento sindical, pero también a formas organizativas diversas, como la Organización Femenina Popular, la Asociación de Pescadores Artesanales y Acuicultores de El Llanito (APALL), la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (ACVC) y el mismo Movimiento Social en Defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí, Ríos Vivos Santander (Msdrsc).

Hoy en día la navegación del río y las actividades pesqueras son prácticamente inviables en las cuencas alta y media. La represa acabó con su cauce natural y en la zona crece la construcción de viviendas campestres e infraestructura turística y recreativa, todo lo cual amenaza la economía campesina por el cambio de uso del suelo y el aumento en los precios de la tierra.

Si se quieren visitar las aguas del Sogamoso, lo que hay que hacer es contratar los servicios de turismo del embalse Topocoro, que será custodiado y vigilado por el primer CAII Fluvial del país.Centro de Atención Inmediata Interinstitucional (CAII), financiado principalmente por Isagen. Se indica que “el objetivo de la embarcación, donde funcionarían oficinas de las autoridades ambientales, fluviales y de Policía (es) prestar los servicios de seguridad y garantizar el desarrollo turístico ordenado en el espejo de agua de casi 7.000hectáreas” (El Tiempo, 2019).

“Yo de niña vi la abundancia del territorio, vi cómo se hacían cambalaches entre campesinos y pescadores, cómo teníamos comida para todos, pero ahora hay escasez por la llegada del desarrollo”.


Blanca Nubia Anaya

Para avanzar en esta historia es importante reconocer tres nociones que planteamos para entender cómo la guerra afecta a la naturaleza en una relación causal y sucesiva: escenario, botín y víctima.

Para empezar, la cuenca del río Sogamoso fue convertida en escenario del conflicto armado porque se la califica como zona estratégica, en la que se establece que existen condiciones atractivas para la explotación y/o comercialización de bienes naturales a gran escala y la generación de ganancias, no solo para empresas, sino también para actores armados que ven en ello un foco para su financiación. Así se marca una especie de destino ineludible que reconfigura el territorio pasando por encima de las formas de vida propia de sus habitantes. Sobre la naturaleza tienen lugar confrontaciones, disputas (armadas o no) y ubicación de actores con intereses y miradas diferentes, algunas veces contrapuestas y otras complementarias.


La naturaleza no es automáticamente un escenario de la guerra por el mero hecho de ser un espacio físico donde ocurren hechos del conflicto, sino que, como resultado de una territorialización específica como lugar estratégico para la guerra y el desarrollo, sostiene cargas simbólicas y prácticas que la hacen ser objeto de disputa. La naturaleza entendida como “teatro de operaciones” es una escenificación que incluye la caracterización de unos actores de la guerra, la elaboración de libretos (lenguajes, discursos), un guión (políticas, normas formales o informales) y, por supuesto, una puesta en escena que pone todo ello en juego.

Así, quien movilice de manera más exitosa los recursos a su disposición, incluyendo los recursos militares, se apropia de la naturaleza en la rapiña del más fuerte, es decir, se queda con el botín, las tierras, el agua, las zonas de tránsito, la biodiversidad, pero también con las dinámicas locales, los saberes tradicionales (la pesca artesanal, el conocimiento del río), etc., y los controla según su interés (puede reservarlos, extraerlos, eliminarlos, tranzarlos y hasta desperdiciarlos, al fin y al cabo son su botín).

Es que cuando se hace evidente que los proyectos extractivos han sido tantas veces impuestos por la fuerza, lo que se está reconociendo es que se ha permitido que la naturaleza haya sido tomada, atropellada, explotada, comercializada, por cualquiera con la oportunidad, el poder o la fuerza para hacerlo. No se trata de que los supuestos “ganadores” de una guerra se queden con los beneficios que buscaban, sino del predominio de la ley del más fuerte, que puede usufructuar, despojar, robar, estafar.

Este segundo paso implica la cosificación y mercantilización de los bienes naturales y consideramos que la naturaleza es botín de guerra incluso en acciones que se presentan como positivas para el territorio porque hacen parte del imaginario del desarrollo, cuando ese extractivismo está sustentado en dolor y sufrimiento previos. Nos referimos, por ejemplo, a la belleza artificial del espejo de agua de un embalse sin vida, que la hace llamativa para el turismo.

Por lo tanto, cuando la naturaleza se cosifica y se comercia en la guerra, este escenario del que algunos se lucran, se convierte en víctima al sufrir los daños de ese proceso. Esta noción expresa afectaciones y transformaciones físicas sufridas por la naturaleza, pero también simbólicas. Cuando la tristeza de la gente es porque “el río no volvió a brillar” o porque ya no tiene tantos colores como antes, cuando estaba vivo antes de la represa, es porque no solo carga su propia muerte, sino también tanta que le tocó transportar. Por eso, como un aporte para el análisis de la naturaleza como víctima de la guerra, ofrecemos una caracterización de las violencias ambientales generadas por el conflicto armado y el extractivismo en la cuenca del río Sogamoso, en un paralelo con los hechos reconocidos como victimizantes para los seres humanos por la Ley 1448 de 2011.

Muchas son las amenazas y los intereses que han llegado a las orillas del Sogamoso y le han cambiado el curso, transformado la naturaleza y las formas de vida de la población ribereña, haciendo que muchas de esas especies y esos paisajes culturales desaparezcan o estén a punto de hacerlo. En medio de esas historias, la movilización social ha permanecido avante, por lo que las historias de esperanza y resistencia se mostrarán siempre de manera paralela, en una historia en la que los ríos también reclaman un futuro para correr vivos y libres.