Historia Capitulo 7

E

Un año después de terminado el proceso de desmovilización ya se habían rearmado dos nuevos grupos herederos de estructuras paramilitares, el Frente Ramón Dávila, al mando de Hernando Rodríguez Zárate alias ‘Volunto’, en San Vicente y el Carmen de Chucurí; y las Águilas Negras, con presencia en la cuenca media y baja del río. Aunque estos grupos heredaron la estrategia paramilitar de las AUC, funcionaban de manera independiente, sin responder a un comando central y concentrando su control y poder en los territorios en los que cada uno hace presencia.

El surgimiento de los GAPD es uno de los elementos que explica la prolongación del conflicto social y armado en la región. Luego de la desmovilización de los paramilitares surgieron pequeños grupos que se enfrascaron en la disputa por el control de los territorios y las rutas del narcotráfico, situación que para el 2008 alcanzó su punto más alto según los testimonios de la población y generó una nueva ola de violencia en toda la región.

Cinep, 2016.

Estos grupos también heredaron las rutas de tráfico ilegal de armas, gasolina, estupefacientes, e insumos para la producción de narcóticos a lo largo de la cuenca del Sogamoso, que habían sido desarrolladas con fuerza por las AUC en cabeza del Bloque Central Bolívar durante la época de control paramilitar entre los 90 y 2000. Así, grupos que empezaban a surgir como Los Rastrojos, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia y los Urabeños, se disputaron las rutas de tráfico del Cartel de la gasolina y el Cartel de la droga que atravesaban el río Sogamoso, haciendo de la cuenca nuevamente escenario, botín y víctima de la guerra. En especial Los Rastrojos jugaron un papel importante en el desarrollo del Cartel de la droga en la cuenca del Sogamoso.

En los 2000, el BCB de las AUC inició el tráfico de droga a través del río Sogamoso como corredor estratégico de entrada de insumos y de salida de narcóticos. Posteriormente, los grupos paramilitares posdesmovilización se disputarían este corredor de narcotráfico. Las zonas del cultivo están en la Serranía de San Lucas en el sur de Bolívar, en la Serranía de Perijá en sur de Cesar, y en la parte alta de la Serranía de los Yariguíes, en menor cantidad. El río Sogamoso, al tener la ciénaga del Llanito al lado de su desembocadura, es un sitio ideal para entrar y sacar mercancía de las zonas de cultivo y pasarla a Barrancabermeja donde se distribuía para la Costa Atlántica, Bucaramanga o Bogotá. Así mismo, el río se constituyó como un corredor para el envío de mercancía a Venezuela o la costa para su exportación, o para el envío de mercancía a Bucaramanga, Valledupar, Bogotá y Medellín para el mercado nacional.

Fuente: Elaboración propia a partir de distintas fuentes documentales y entrevistas

Desde el 2006 los Rastrojos llegaron al Llanito para abrir el corredor, para lo que necesitaban la ciénaga para la operación nocturna. No son comandos armados que llegan a la zona vestidos de militar a hacer un operativo como sucedía con las AUC, son personas de civil que llegan con la orden de convivir con la gente (…) Ellos [miembros de Los Rastrojos] tenían que irse a vivir allá, enamorar mujeres, hacer pareja, establecerse. Les consignaban un millón y medio de pesos mensual y ellos tenían que estar pendientes de que los ‘vikingos’, que son estos plásticos llenos de gasolina, se metieran en la Ciénaga de El Llanito y los pescadores pudieran por la noche con las palas, haciendo un cerco de canoas lograr que esa gasolina pasara al Sur de Bolívar, la que utilizaban Los Rastrojos para hacer inicialmente bazuco y después las otras drogas.
 
Santiago Camargo, PDP, 2021.
Así, el principal incentivo de estos nuevos grupos paramilitares en la cuenca del río Sogamoso ha sido proteger los intereses económicos de los antiguos mandos medios paramilitares, por lo que han continuado desarrollando estrategias de acción militar y de ataques a la población civil como amenazas y/o asesinato de periodistas, abogados y activistas de Derechos Humanos. Una de las estrategias más comunes de estos actores armados para infundir miedo y afianzar su control territorial y población fueron los panfletos, los cuales de manera recurrente catalogaban a las comunidades de terroristas que impedían el desarrollo de la región. Así, las nuevas dinámicas que tomó el conflicto armado en la cuenca del río Sogamoso post desmovilización de las AUC, llevaron a que líderes y lideresas sociales y ambientales estuvieran en la mira de los actores armados allí presentes. Nuevamente eran estorbos para la economías extractivas tanto legales como ilegales.

Fuente: Elaboración propia a partir de distintas fuentes documentales y entrevistas.

El asesinato de Lucho fue un golpe para los pescadores locales y regionales. Su asesinato debilitó la organización pesquera, rompió el tejido social y dejó secuelas graves en los integrantes de la comunidad.

Centro Nacional de Memoria Histórica, 2014.

En este contexto resulta pertinente traer a la memoria el caso de Luis Alberto “Lucho” Arango Crespo, líder de la Asociación de Pescadores Artesanales y Acuicultores del Llanito, asesinado en febrero de 2009 por Los Rastrojos, quienes en su búsqueda por tomarse la ciénaga del Llanito y el río Sogamoso como lugar de tráfico de los insumos y narcóticos que entraban y salían de las cocinas del sur de Bolívar, se encontraron una amenaza en la Asociación de Pescadores Artesanales y Acuicultores del Llanito (APALL).

Según un testimonio muy confiable, unas dos o tres semanas antes de que lo mataran, Lucho hizo una expedición por la ciénaga de El Llanito, por la entrada al río Sogamoso, mostrando todos los problemas que había con la ciénaga, el problema con los búfalos, Ecopetrol, la palma y el trasmallo. Y a partir de eso la Armada Nacional, unos cuatro o cinco días después, hace una inspección por la noche y encuentra un grupo de pescadores y de canoas de El Llanito que iba a comenzar a pasar vikingos a ese lado, pero todavía no tenían los vikingos listos, entonces la Armada sólo vio el trasmallo, lo decomisó y lo quemó. Entonces, un pescador reconoció a un soldado de la Armada que tenía una novia en El Llanito y le dijo “usted hijueputa ni se arrime al Llanito donde su novia porque esta se la cobramos”. El soldado asustado le responde “vea esto no es conmigo, yo cumplo órdenes, el sapo de esta vaina fue Lucho Arango, hablen allá con él, pero yo no tengo aquí nada que ver”. Como el trasmallo era una fachada para poder pasar los vikingos, entonces esa noche llegan los pescadores al Llanito y le informan a este grupo de jóvenes que tenían los vikingos listos y que no se pudieron pasar por los operativos de la Armada. Entonces ahí es cuando Los Rastrojos toman la decisión de matar a Lucho, porque intervino en el negocio de toda la cadena de la cocaína.

Entrevista a Santiago Camargo, PDPMM, 2021

El asesinato de ‘Lucho’ estuvo asociado a la amenaza que sintieron Los Rastrojos por posible vigilancia de las instituciones en la zona debido a las continuas denuncia que hacían de los daños ambientales en la ciénaga del Llanito. Y por el otro, porque vieron en riesgo el sistema de encubrimiento del tráfico de drogas y gasolina que habían logrado a partir del uso de la técnica de pesca ilegal con trasmallo. Las iniciativas que promovía ‘Lucho’ y la APALL para restringir su uso, pusieron en peligro toda la operación de narcotráfico que circulaba por la cuenca del río Sogamoso.
Tristemente, no sería la única persona asesinada en el marco de estas disputas por el dominio y control del río Sogamoso. En esa conquista del agua y la tierra en la cuenca se perdieron vidas de muchas personas de las comunidades ribereñas. ueron estigmatizadas las comunidades, los líderes y lideresas y las estructuras organizativas por parte de los grupos armados, los medios de comunicación y las autoridades, que afirmaban que eran parte de grupos insurgentes y hasta terroristas, narrativa construida para justificar la violencia en contra de ellos. Lo anterior llevaría al ataque de escenarios de participación y organización social como las Juntas de Acción Comunal (JAC).

¿Por qué las Juntas de Acción Comunal? Porque los presidentes hacían parte de las masas, los movimientos armados sociales en las regiones, nosotros los llamábamos los urbanos. Cuando nos consolidábamos en una región, a los primeros que llamábamos era a la gente de las juntas de acción comunal, decíamos háblese con los demás, no queremos problemas. Pero esos presidentes eran coordinadores políticos de todos estos grupos enemigos. Otros, no todos (...) Y nosotros políticamente para fortalecernos, organizamos a líderes en una región, los convertimos en presidentes de juntas de acción comunal, en alcaldes, concejales, senadores, el mismo trabajo que ellos hacían lo heredamos, en otros no fuimos capaces, pero era un trabajo que se venía haciendo

Excomandante BCB-AUC, 2021.

Así, sumado al asesinato de “Lucho” Arango, se añadirían ataques a presidentes y miembros de las JAC y de organizaciones sociales de la cuenca del Sogamoso, como los asesinatos de Herbert Sony Cárdenas, presidente de la Asociación de Areneros de Barrancabermeja el 15 de mayo de 2009; Marco Tulio Salamanca Calvo, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Marta del municipio de Girón el 3 de septiembre de 2009, Honorio Llorente, presidente de la Junta de Acción Comunal de Puente Sogamoso el 17 de octubre de 2009, Jairo Rodríguez Caro, líder de la comunidad de la vereda Marta el 13 de abril de 2011, la desaparición de Miguel Ángel Pabón Pabón, líder del Movimiento Social de Defensa de los Ríos Sogamoso y Chucurí, el 31 de octubre de 2012, y el asesinato el 8 de septiembre de 2014 de Armando Caballero Toscano, miembro de Ríos Vivos.

De estos, el caso más recordado por la población ribereña debido a su relación con las dinámicas de resistencia en la cuenca del Sogamoso es el de Miguel Ángel Pabón, un destacado ambientalista, defensor de los ríos, de las comunidades de pescadores y campesinos, y del buen vivir. Desde el 2007 inició sus luchas de la mano de la comunidad por el derecho a la vida digna y a la vivienda de los desplazados de la región del Magdalena Medio, promoviendo las tomas de las grandes haciendas improductivas en la zona del río Sogamoso para repartirlas entre los campesinos a quienes les habían quitado sus tierras.
Con la llegada del proyecto Hidrosogamoso, Miguel Ángel lideró las acciones de resistencia y denuncia de los impactos sociales, culturales y ambientales, y la vulneración de los derechos de las comunidades por parte de Isagén (Censat, 2013). Por todo esto se volvió un líder muy importante para el Movimiento Ríos Vivos, querido por su comunidad y reconocido en el territorio.
Así, lo que fue atacado mediante la desaparición de Miguel Ángel fue su liderazgo en conjunto, su resistencia a la represa de Hidrosogamoso, a la contaminación generada por la extracción petrolera, a la concentración de la tierra, y su defensa del derecho de los campesinos a tener un lugar para vivir y trabajar. Su desaparición sigue aún en la impunidad y no hay aún respuestas por parte de las instituciones estatales, quienes han mantenido un silencio cómplice. A pesar de ello, la comunidad no ha dejado de buscar verdad y justicia, y en ese camino han encontrado indicios de que en estos horribles hechos participaron grupos paramilitares, quienes además siguieron amenazando a la población:

Al día siguiente de que lo desaparecieron estuvimos con toda la comunidad haciendo divulgación de la desaparición (…) hicimos una vigilia con velas al lado de un pendón con su foto. Desafortunadamente el domingo a las 10:00 de la noche llegaron al asentamiento de Las Acacias tres hombres que quitaron la luz y comenzaron a lanzar amenazas contra la comunidad. Preguntaron si estaban muy adoloridos por la muerte de Miguel Ángel y dijeron que al que estuviera dolido le iba a pasar lo mismo. Estuvieron cerca de 20 minutos. Luego la comunidad llamó a la Policía, que alcanzó a capturar a una de estas personas, pero luego dijeron que no, que no habían capturado a nadie.

Nos sentimos inermes frente a los grupos paramilitares que están sobre el río a escasos 200 metros hay una base militar de hidrocarburos que cuida un pozo petrolero de Ecopetrol, hay soldados cuidando esto y vigilantes privados, pero nada para cuidar a la comunidad.

Radio Mauricio Meza, 2011.

 

Todos crímenes contra la población del río Sogamoso no han sido investigados ni analizados desde su sistematicidad por las autoridades competentes y solo en unos pocos casos existe reconocimiento de su autoría por parte de grupos armados.
Estos hechos de violencia llevaron a que varios líderes dejaran a un lado la resistencia y la defensa del río contra la construcción de la represa y decidieran entablar diálogos con la empresa, todo ello para garantizar su participación en la repartición de beneficios e indemnizaciones ofrecidas. Como resultado, la violencia rompió el tejido social y redujo la capacidad de acción de las estructuras organizativas comunitarias que defienden el río. Así, los actores armados son entonces actores del desarrollo, pero también son generadores de traumas bioculturales, dejando heridas en el tejido social, la memoria colectiva y el territorio, cambiando el buen vivir y la abundancia de la región en miedo y zozobra
Y esto no es nuevo, porque si recordamos lo que hemos contado hasta y enfatizando un hallazgo de este trabajo, el desarrollo siempre ha buscado eliminar a quienes se han opuesto a sus proyectos. Hace siglos fueron los Yariguíes, esos primeros hijos del río, desaparecidos por considerarlos salvajes y un obstáculo para el progreso. Hoy en día son los campesinos, que son estigmatizados como guerrilleros, deslegitimando sus justas luchas y justificando la necesidad de eliminarlos para lograr el tan anhelado desarrollo, crecimiento económico y estabilidad de la región. No es coincidencia entonces que, quienes defienden el río Sogamoso, la vida, la tierra y el buen vivir, sean amenazados, desplazados y violentados.

A nosotros nos han desaparecido los líderes y nos han desaparecido los ríos. Eso es como que a uno le desaparezcan un hijo.

Mario Mejía, 2021

Desde su llegada, Isagén se hizo pasar como una alternativa para los distintos problemas que enfrentaba la comunidad ribereña. Así, se presentó como una empresa generadora de trabajos, proyectos productivos, mejoramiento vial, vivienda, e infraestructura de servicios públicos. Con eso buscaron enamorar a la gente con el proyecto de la hidroeléctrica en el río Sogamoso:

Una vez más nos llegaba “el progreso”. En medio del conflicto, otros actores ajenos también se hicieron presentes, pero estos fueron bien recibidos (...) llegaron ofreciendo empleos que nos ilusionaron, aunque no es que los necesitáramos. Muchos de nosotros los ayudamos a navegar río arriba y río abajo creyendo que eran profesionales que estudiaban el río; contrataron nuestras canoas para transportarse, pagando el doble de lo que costaba un día de trabajo, les hicimos comida (...) nos enamoraron, pero era un amor ciego, porque nadie tenía claro qué era lo que hacían, mientras ellos medían el caudal del agua y proyectaban dónde hacer el muro. Después apareció el nombre de Isagén y hablaron de una represa que traería energía y bienestar a la región, y esto a pocos les pareció sospechoso. Hicieron unos censos en los que mucha gente quedó por fuera porque no entendíamos la importancia de ser incluidos. A algunos pocos más los incluyeron en un segundo censo, dizque como “usuarios” del río, diciendo que nos iban a implantar un proyecto de desarrollo. En ese momento nosotros ya teníamos un desarrollo, porque eso es lo que era el río, nuestro propio desarrollo, toda la riqueza agrícola y piscícola, teníamos nuestras casas, nuestra cultura. Pero para el gobierno eso no era nada y la empresa traería todo.

Movimiento social en defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí, 2018.

Después del enamoramiento, empezaron a hacerse evidentes las reales intenciones de ese gran proyecto de desarrollo que llegaba a la región. La comunidad se dio cuenta que eran pocos los recursos que iban a destinar al financiamiento de esos proyectos productivos alternativos que les había prometido, y cuando empezaron a reclamar tuvieron como respuesta una actitud violenta de Isagén hacia ellos:

Los de Isagén, hicieron una reunión en Sabana [de Torres], pero nos sacaron cuando comenzamos a protestar, y uno de los funcionarios me dijo: no se mate su cabeza, mire lo que le pasó al de [la vereda de] Marta, ya sabe, los que se murieron. Es mejor que usted no se meta en esos problemas, necesitamos que alguien nos apoye. Yo le respondí: ¡¿usted nos está diciendo que no nos necesita en esta reunión y que si exigimos nuestros derechos podemos resultar como el señor de Marta?! ¡Usted está es amenazándonos!

Tatiana Roa y Bibiana Duarte, 2012, p. 60.

Así, con las alertas que empezaban a aparecer creció el rechazo, cada vez más fuerte, de la comunidad hacia el proyecto hidroeléctrico. Entonces, Isagén inició una serie de estrategias para dejar de lado la oposición comunitaria al proyecto y seguir adelante con sus planes. Así, logró dividir a la comunidad negociando de manera aislada con los líderes de la comunidad y con los grandes terratenientes. Empezaron a desgastar a la gente de reunión en reunión logrando que la gente dejara de asistir.
Esa estrategia de negociar de manera aislada con terratenientes y solo unos pocos líderes comenzó a ser truncada por la organización comunitaria y el liderazgo de las JAC. En consecuencia, estas estructuras de participación y organización fueron vistas como un escollo para la implementación de la represa, lo que condujo a una serie de dinámicas políticas, coercitivas y violentas para su desarticulación. Así, las JAC que ya venían siendo debilitadas por los ataques violentos del paramilitarismo, fueron nuevamente atacadas a través de una estrategia de ruptura de las dinámicas locales mediante la creación espacios alternos a las JAC existentes. De esta forma, lograron transformar el tejido social de la cuenca con el fin de moldearlo a los intereses del desarrollo.

La gente se juntó y crearon 11 Juntas. Después dijeron que se habían unido con las asociaciones. Muchas se crearon por Isagén. A las asociaciones de pescadores les dijeron que, si no se organizaban, no les daban nada. Por eso se creó la Mesa de Pesca, para darle legitimidad [a Isagén]. Decían que era más fácil trabajarlo por zonas pequeñas. (…) Como eran juntas tan grandes, se dijo que no iban a ser escuchadas, como intentando dividir más a la gente y por eso la gente empezó a formar juntas más pequeñas por sectores.

Blanca Nubia Anaya, 2020.

Se logró entonces fraccionar, debilitar y deslegitimar en estas instancias y las voces de sus líderes, amenazando, estigmatizando, incluso eliminando físicamente, como anotamos ya, a miembros de las JAC. Lograron prolongar el miedo a organizarse en comunidad y llevaron a que varios líderes dejaran la resistencia y la defensa del río contra la construcción de la represa, y negociaran con la empresa. Con promesas de participación en la repartición de beneficios e indemnizaciones ofrecidas a los líderes, y acusando a quienes continuaban en la oposición de culpables de que las indemnizaciones económicas no llegaran, Isagén consiguió romper los liderazgos y el tejido social de la población ribereña.

La empresa nos invitaba a reuniones y eran allí las verdaderas batallas, no solo por los funcionarios de la empresa, sino que, para mi mayor desilusión, era con muchos de los compañeros que tenía que controversiar (sic) porque parecían abogados del diablo. Nos juntaban y nos hacían talleres pedagógicos para que creyéramos que éramos nosotros los que no nos queríamos mover de nuestro confort y la meta era que llegáramos a nuestras comunidades a que ellos así lo creyeran. Les funcionó con muchos y a los pocos que no caímos nos aislaron, nos estigmatizaron, nos ignoraron, por lo que nada de lo que se propuso como para desarrollo de la comunidad lo aceptaron y cada vez que podían era hacernos quedar mal ante la misma comunidad que liderábamos, hacer ver que éramos brutos e ignorantes y que lo que hiciéramos a la empresa no le afectaría.

Blanca Nubia Anaya, 2020.

De ese modo, mientras se pretende encauzar la participación en unas formas que sean funcionales a la implantación de proyectos extractivos, la movilización social sigue siendo perseguida. Solo en febrero de 2009 fueron asesinados tres pescadores en la zona (Observatorio de Paz Integral Magdalena Medio, 2009). Claramente, lo que se quiere cortar son las quienes buscan alzar sus voces de protesta en defensa del territorio, así como sucedió durante la época de control paramilitar de las AUC en la cuenca en los 90 y 2000, y en la actualidad con el control de los grupos herederos del paramilitarismo, pese a que la fuerza pública está cada vez más presente y activa por los convenios de seguridad firmados con empresas extractivas en la cuenca del Sogamoso.
De esta forma, la relación entre el paramilitarismo, la fuerza pública y los proyectos extractivos en la cuenca del río Sogamoso se fundamentó en la existencia de un interés en común: consolidar la zona como un eje de desarrollo de la región y del país, y mantener el statu quo rural, expresado principalmente en la propiedad latifundista. Si bien no encontramos evidencia de acuerdos expresos entre empresas y grupos paramilitares, y del involucramiento de empresas extractivas en los asesinatos y desapariciones a líderes sociales en la cuenca, sí pudimos constatar que en la cuenca del río Sogamoso hubo una relación de mutuo beneficio entre el paramilitarismo, la fuerza pública y esas empresas extractivas.
La acción paramilitar, en comunión con la fuerza pública, encaminada a la “recuperación del territorio” para transformarlo a favor de territorialidades hegemónicas del desarrollo, sentó las bases que permitieron la implantación de megaproyectos minero-energéticos, de hidrocarburos y agroindustriales en la cuenca. Dichas bases estuvieron tanto en el despojo y desplazamiento de la población, para mantener la concentración de la tierra, como en la desestructuración del tejido social y político, por medio de asesinatos selectivos, amenazas, desapariciones forzadas, entre otros crímenes. Así, se pone en evidencia que las empresas extractivas en la cuenca del río Sogamoso han propiciado una situación de riesgo para quienes se oponen o quienes intentan organizar a las comunidades para defender sus derechos, cuando esta organización es contraria a los intereses de la empresa.

Unos fuimos responsables de la culpabilidad, pero para reconstruir memoria tenemos que sentarnos en una mesa todos, hubo muchas personas que tienen que sentarse a contar su verdad por que tuvieron que ver.

Excomandante del Bloque Central Bolívar de la AUC

Estas dinámicas de la relación entre conflicto y extractivismo continúan en la cuenca del río Sogamoso en el nuevo escenario del conflicto armado. Así, estrategias de control social y territorial como las ya descritas, y estrategias de control político del paramilitarismo han sido heredadas por los nuevos actores armados que hacen presencia en la cuenca del río Sogamoso.
En ese escenario, han surgido nuevos casos de parapolítica en la cuenca. Entre ellos el de Uriel Velandia Gutiérrez, alcalde de Sabana de Torres en 2008, llama la atención, no sólo por su relación con grupos paramilitares sino también por su involucramiento en hechos de violencia que se han dado en la zona (Ecolecuá, 2019). A este exalcalde se le ha investigado por varios delitos como homicidio agravado, concierto para delinquir agravado y fabricación, tráfico y porte de armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas. En esas investigaciones se probó que Uriel Velandia había formado parte de las Águilas Negras y Los Rastrojos entre 2006 y 2009, bajo el alias de ‘El Calvo’, manteniendo contacto con algunos integrantes de estos, como Warner Archila Laguado, alias ‘El Indio’ y Rodolfo Rafael Pérez Delgado, alias ‘Capurro’. También lo han relacionado con alias ‘Chon’, comandante de las Águilas Negras, y con el Bloque Central Bolívar de las AUC

Los vínculos de este servidor público con la criminalidad organizada al parecer venían dándose desde mucho antes con miembros del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia, con Jairo Ignacio Orozco González, alias “Tarazá”, y con Óscar Leonardo Montealegre, alias “Piraña”, desempeñándose el primero de los mencionados como emisario político en los municipios de Rionegro, El Playón, Sabana de Torres, Puerto Wilches y Barrancabermeja.

Ecolecuá, 2019.

De acuerdo con las investigaciones se encontró que esta relación de Velandia Gutiérrez con las Águilas Negras, Los Rastrojos y el Bloque Central Bolívar, tuvo como uno de los fines la ejecución de homicidios selectivos:

los hechos que motivaron la boleta de captura habrían tenido escena hace 13 años en la zona urbana y rural del municipio de Rionegro (…) Según las filtraciones, en el expediente hay testigos que ahora fungen contra el mandatario local, quienes lo señalan de ocupar un papel decisorio en el interior del grupo paramilitar al punto que, supuestamente, habría cometido secuestros, asesinatos y amenazas contra varios pobladores de la zona (…) Incluso, se habla de que bajo la coordinación del imputado alcalde de Rionegro [Wilson González], este grupo armado ilegal habría ejecutado entre 12 y 15 asesinatos.

El Frente, s.f.

Además de estos hechos, se denuncia también que Uriel Velandia siendo alcalde de Sabana de Torres, calumnió a Cesar Augusto Tamayo, representante legal de la Asociación Agraria de Santander (Asogras) y defensor de DDHH del municipio “tildándolo de terrorista, promotor de grupos armados y promotor de invasiones" en una entrevista ofrecida el 7 de febrero de 2011 a la emisora comunitaria Sabana Estéreo” (PGN, 2014). Estos hechos son una clara violación a la Directiva Presidencial No. 07, la No. 09 del Ministerio de Defensa Nacional y la No. 012 del Procurador General de la Nación, donde se deben de respetar a los Defensores de Derechos Humanos (Cajar, 2011).
Estas dinámicas de la guerra que han permanecido e intensificado en la cuenca del río Sogamoso continúan dejando huellas en la memoria colectiva y las heridas abiertas en el tejido social, además de en el territorio mismo, ahora casi irreconocible para la población ribereña. El conflicto armado en este territorio ha dejado una población temerosa, humillada, sin estructuras organizativas fuertes, con un tejido social roto y con profundos dolores por las vidas apagadas y expulsadas del territorio, cuando las características dominantes eran la confianza, apertura y tranquilidad.

Ante la desaparición del hogar, las historias y los cantos, la gente empezó a narrar la resistencia y la defensa de la vida.

Movimiento Social en Defensa de los Ríos Sogamoso y Chucurí, 2018.

A pesar del miedo, la población ribereña logró consolidar en la región algunos procesos de resistencia frente a la guerra y el extractivismo que los estaban sacando de sus tierras. Resaltamos acá la importancia que ha tenido el Movimiento Social por la Defensa de los Ríos Sogamoso y Chucurí, Ríos Vivos Santander, que han liderado la defensa de la vida y de las aguas del Sogamoso y la población que convive con él. En ese camino, han hecho importantes denuncias sobre la vulneración de sus derechos fundamentales y otras problemáticas, denunciando especialmente la no participación de la comunidad en el proceso de definición y construcción de la central Hidrosogamoso.
Esta organización, aunque no se autodefine desde el feminismo, se ha constituido principalmente como un espacio de mujeres y, en esa medida, ha sido una organización que ha empoderado y les abrió la posibilidad de alzar su voz y encontrar un lugar propio en la esfera pública, lo que se las había negado desde niñas. También, en el reconocimiento y la defensa de los derechos del río y de sus derechos al territorio, estas mujeres han empezado a reconocer y defender también sus derechos como mujeres. Algunas de ellas han identificado y rechazado violencias de género de las que eran víctimas sin saberlo.

Como mujer se me presentó esa oportunidad a pesar de que tenía un marido que era violador de los derechos de la mujer, sin darme cuenta empecé a liberarme. Me he sostenido porque he visto todas las violaciones y no estoy de acuerdo.

Blanca Nubia Anaya, 2020.

En medio de esta resistencia, ha surgido hoy un proceso para hacer memoria, para recordar, hacer remembranza de ese territorio de la abundancia. El Movimiento Social en Defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí lideró una iniciativa para la construcción de memoria a través de un ejercicio de arpillería que contara su historia. En este se realizaron varios cuadros en los que se aprecia un “antes y después” de la cuenca de acuerdo con los diferentes hitos, principalmente los de la construcción de Hidrosogamoso, pero sin dejar de lado la violencia armada. En los tejidos se retrata la forma en que el territorio reconfiguró desde la mirada del desarrollo en contraposición a la mirada de la abundancia.
Al unir telas e hilos para mostrar sus recuerdos, las mujeres del Movimiento aprendieron a coser desde cero. Al pasar el hilo a través de la tela, se realizó un tejido inquebrantable que las unió aún más y les permite sentir un cariño a esta actividad. Porque coser es otra forma de resistencia en defensa de los ríos, pero es sobre todo, contar en tejidos lo que aún no se tiene la fuerza de decir con palabras. Estos cuadros hacen parte de la exposición Los ríos Sogamoso y Chucurí fluyen con la arpillería en el año 2018, un trabajo íntimo que se expone a la luz pública, la historia de sus vivencias toman aún más relevancia. Este es un ejercicio significativo que exige una transformación de fondo y garantías de no repetición, donde estas voces que hacen parte de la memoria histórica ambiental de la cuenca del Sogamoso, se incluyan en la historia oficial para una transformación social verdadera.