Historia Capitulo 5

S

e pescaba en balsas, con bejucos y atarrayas pequeñas. A los bagres les quitaban la cabeza para dársela a los chulos y únicamente se sacaba el pescado grande. El río era tan ancho que había muchas islas y en ellas había producción de plátano y yuca. Al puerto llegaban chivos y todo tipo de mercancías. Había mucha, mucha comida.

Movimiento social en defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí, 2018.

La mirada del buen vivir de las comunidades ribereñas se traduce en un paisaje de abundancia, de plenitud porque el territorio les proveía todo y había suficiente, hasta para regalar y compartir. Su visión se ha traducido en economías locales de pequeña escala, en el bienestar del río y de la cuenca y de sus vidas como un todo. Economías tanto para el consumo propio como para el comercio de cacao, café, aguacate, plátano, frijol, maíz, yuca, ahuyama, tomate, arveja, habichuela y arracacha, y frutales como banano, piña, papaya, mango, plátano, lulo, guanábana, guayaba, caña, mora, noni, sábila y uva, además de hortalizas que abundan en estas tierras.
El agua también es abundante y diversa en formas y tipos En la cuenca baja del río Sogamoso los sistemas ecológicos emergen sobre áreas en donde la capa freática se halla en la superficie terrestre, muy cerca de ella, o donde la tierra está cubierta por aguas poco profundas, mientras que en otras zonas del río el cauce es más permanente.. Además del río Sogamoso hay un complejo de ciénagas, playones, madreviejas, humedales, caños, pantanos, llanuras de inundación y quebradas en las que no había que preocuparse si se iba a encontrar algo al tirar la atarraya. “Bajábamos al río a pescar y sacábamos tanto pescado”: bocachico, mojarra negra, bagre rayado, coroncoro, cachama, vizcaína, dorada, mantarraya y blanquillo, son apenas algunas de las especies que conformaban la dieta habitual.
Pero la abundancia como característica del territorio no se refería solo a la diversidad biológica, sino también humana y comunitaria. La riqueza en esta tierras se ve en las tradiciones y costumbres que se han construido alrededor de la relación con el río.

Durante las temporadas de pesca venían turistas a tirar anzuelo, subía gente de Llanitos y en las playas se armaban las fiestas y paseos de olla. Bajábamos al río en balsas y había rumba, cerveza, comidas compartidas, baile. Uno no tenía problema en dejar la casa sola y quedarse durmiendo allá, porque estar en las tiendas de los puertos y en las riberas del río, era como estar en la casa de uno, prestaban camas para que durmieran los niños. Hasta los turistas parecían familia de uno. Venía gente de Bucaramanga, Bogotá, Armenia, y de afuera, de Venezuela, Perú y Estados Unidos. En diciembre intercambiábamos los productos que cultivábamos y se hacía el sancocho a media noche. Hacíamos muchos amigos porque las familias eran tan unidas que parecían una sola. Vivíamos de verdad en comunidad, todos organizados. Esto era tanto en la parte de arriba del río como en la de abajo.


Movimiento social en defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí, 2018.

La población ribereña, pescadora y campesina, es una mezcla de saberes y sabores entre gente de montaña y de río, del interior y de la costa, que ha sabido construir comunidad en sus diferencias: “todos somos una mezcla entre costeños y santandereanos, por eso somos diversos, pero somos un mismo pueblo” (Calixto xxx, 2021). Son, en todo caso, “gente del río”, gentes anfibias que cultivan y comercian los frutos de la tierra y del agua, que conocen el territorio como la palma de su mano y han sabido cómo resguardarlo y transmitir sus conocimientos, que incluyen los ciclos del agua y las técnicas para moverse en ella.


Las aguas, en todo su ciclo, determinaron el poblamiento y fueron un elemento constitutivo de las formas de territorialización de la cuenca, de las dinámicas socioculturales anfibias de estas gentes del río (como mostramos en la descripción de la cuenca). Por ejemplo, dependiendo de por dónde estuviera el mayor cauce del Sogamoso, surgían y se ocultaban islas que se podían aprovechar para la siembra a corto, mediano o largo plazo, así como la minería artesanal de arena y piedra. Esta última era una actividad importante para la economía familiar, que también dependía de las dinámicas naturales del río y la gente sabía cómo ajustar su cotidianidad a esa realidad cambiante.

Cada vez que el río Sogamoso tenía sus crecientes o barrajobos, aunque inundaban, no las veíamos como destrucción, porque traían consigo también mucha abundancia: les dejaba a las familias recursos ícticos, piedra, arena, palos para usar como leña o aserrarla, llegaba bolo limpio y a veces hasta ganado que bajaba con la misma agua. Las crecientes abonaban los cultivos, nutrían la tierra y, una vez que pasaba, las cosechas eran muy abundantes, era como que todo renacía con más fuerza.

Movimiento social en defensa de los ríos Sogamoso y Chucurí, 2018.

Ese interrelacionamiento es central para la autonomía y soberanía alimentaria y económica de una amplia serie de personas cuyos oficios están asociados, directa o indirectamente con el río, incluyendo no solo pescadores sino también areneros, comisionistas, cargadores, evisceradores y pequeños comerciantes, vendedoras de pescado, restaurantes, fábricas de hielo, ponchereros, mecánicos, etc.

Sin embargo, la contracara de la abundancia es que, mientras para las comunidades ribereñas este es el elemento que sustenta el buen vivir, para la mirada del desarrollo es un paquete de recursos por explotar, un botín por disputar a través de diversas formas de violencia.

Los desplazamiento, asesinatos, masacres, desapariciones, amenazas, los controles sociales, masacres, violencia sexual, torturas, secuestros, asesinatos selectivos, minas antipersonal, el reclutamiento forzado y tantas otras formas de violencia traídas por las guerrillas, los paramilitares y la fuerza pública, siempre de la mano del desarrollo, han mermado toda esa abundancia y llenaron de zozobra los días. Por ejemplo, muchas familias prefirieron desplazarse, al ver que sus hijos también estaban en riesgo de ser botín y víctimas de la guerra.

Ya mis niños estaban un poquito más grandes, entonces llegó la guerrilla a decirme que los chinos míos estaban buenos ya, que tenían buen físico.

Lucely Cristancho, 2020.

Los niños, niñas y jóvenes vieron su día a día transformado, cambiaron los juegos del agua por otros relacionados con la guerra: “a mí me quedó un recuerdo muy marcado, cuando estaba creciendo en la vereda Vanegas del municipio de Lebrija, la guerrilla nos tenía a los pelados para informarles cuando venía el Ejército bajando por la carrilera. Nos tocaba jugar en los rieles y estar pendientes para correr y avisarle a la guerrilla” (Claudia Ortiz, 2020).

Con las armas en el territorio, la comunidad tuvo que ser testigo de cómo su río se convertía en un lugar de miedo, desconfianza y violencia. Ya no era un lugar para la pesca y la diversión, ahora las corrientes llevaban cadáveres que se encontraban en las corraliadas o que quedaban en las orillas del río. El río Sogamoso fue una vez más escenario y víctima de la violencia al tener que sufrir la sevicia y la tortura que implicó llevar y ocultar el aniquilamiento de sus hijos. Se temía mirar sus aguas y encontrar cuerpos desmembrados, o incluso se despreciaban los antes apetecidos pescados que llenaban los platos de alegría, por pensar que ahora se alimentaban de la muerte.

En el conflicto usaban el río como fortín para esconder sus fechorías, como vía de transporte, para huir, para llevar a sus víctimas ya fuera secuestrados o a aquellos inocentes que los ajusticiaban y luego los arrojaban al fondo del río; en ocasiones les abrían el estómago y los llenaban de piedras para que sus dolientes familias no la encontrarán convirtiendo el río en su sepulcro y a la vez obligando al ribereño pescador a comerse esos peces que ‘succionaban’ esos cadáveres. Por el río se aprovisionaban de armas y sus víveres, medicinas y cuánto necesitaban para su estancia en el sector obligando a los campesinos a ser sus servidores y al río su cómplice directo, pero obligado.

Blanca Nubia Anaya, 2020.

De manera paralela, las actividades extractivas que se iban asentando por encima del dolor, la sangre y el despojo, cambiaban también la cotidianidad. Con la llegada de la represa de Hidrosogamoso la vida de las comunidades y la naturaleza se transformó la vida de las comunidades y la naturaleza cambió radicalmente en la cuenca. Esa llegada solo fue posible gracias a unas políticas de liberalización y privatización económica que llevaron al desmonte de la institucionalidad del Estado en relación con el país rural y la economía campesina. Así, se dio un proceso de descampesinización que inició con olas de desplazamiento forzado y despojo principalmente en la cuenca media y baja del Sogamoso, y que se completó cuando el modelo de desarrollo empujó a la gente a abandonar sus prácticas tradicionales. Así se pone en evidencia una política nacional en la que el gobierno apostó por un desarrollo que sacrificaba al país rural.

Cuando los intereses del latifundio convergen con los de la agroindustria, del narcotráfico, de las fuerzas políticas oscuras y de los monopolios internacionales, se implementan y desarrollan modelos de recuperación de ‘zonas estratégicas’ por sus riquezas, su potencial agroindustrial y su importancia vial que conlleva la expulsión de los antiguos pobladores y propietarios.

Cámara de Representantes, Proyecto No. 033 de 1995.

Esta descampesinización, más que un fenómeno de urbanización, ha implicado un proceso de desarraigo, tanto por el despojo y el desplazamiento ocasionado por el conflicto armado y el extractivismo, como por el fenómeno del desplazamiento in situ, pues si bien mucha gente persiste en el territorio, toda su dinámica de vida se ha transformado hasta el punto de que muchas veces no sienten que están en el mismo lugar de siempre.

Esto es un semi pueblo, entre lo rural y no rural, porque estamos en el campo, pero tenemos que comprar todo. No hay un trabajo para los jóvenes y estamos en la zona urbana que es un pueblo. ¡Pero no! Eso está como si viviéramos quién sabe en dónde, en la mejor ciudad de Estados Unidos, todo caro, imposible para el dinero y los empleos, no hay empleo. Todo esto hace que uno viva en un estrés, constante nerviosismo.

Blanca Nubia Anaya, 2020.

Debido a las dinámicas del conflicto y el desarrollo, las prácticas y los conocimientos locales van desapareciendo en el tiempo, así mismo sus vivencias cotidianas, el disfrute del río, los paseos de olla, las faenas de pesca. La vida familiar tampoco es la misma, pues en el proceso de descampesinización la población ribereña ha sido forzada a desligarse de la naturaleza. No solo hay imposibilidad de mantener las manifestaciones culturales debido a las afectaciones a la naturaleza, sino también por el control de los actores armados sobre la vida diaria.|

Después de la guerrilla, para la segunda mitad del siglo XX el control armado de la cuenca estaba quedando en manos de los paramilitares quienes orquestaron entre 1998 y 2002 una estrategia de expansión en el Magdalena Medio santandereano encabezada por las AUC. Esa expansión se enfocó en la búsqueda de hegemonía territorial y dominio de economías legales e ilegales, como los carteles del narcotráfico y de la gasolina.

En la cuenca del río Sogamoso, de acuerdo al periodo que mires tuvo predominancia de un actor distintos. Si hablamos de los 80 y los 90, la guerrilla se movió mucho por la zona del río Sogamoso porque a través del río Sogamoso te comunicabas entre Puerto Wilches y Barranca. Cuando viene ya el paramilitarismo duro hacia los años 90 hasta la creación de las AUC en el 97, esa zona se vuelve una zona de control paramilitar muy fuerte. Prácticamente en esas zonas se prepararon la masacre de Barranca y era zona de retaguardia de los grupos que entraban a Barranca, golpeaban a sindicatos y población urbana, y se metían hacía el río Sogamoso.

Santiago Camargo, Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, 2021.

El desplazamiento de gente no es desarrollo. Porque para nosotros el desarrollo es que haya libertad para nosotros y la juventud, que haya salud y trabajo. Movernos de nuestra tierra no es desarrollo.

Mario Mejía, 2021.

La excusa de los paramilitares para hacer lo que quisieran, en dónde quisieran y con quien quisieran, era que estaban liberando los territorios de la guerrilla, es decir, haciendo uso de discursos estigmatizadores buscaron justificar su accionar contra la población civil. En esta estrategia de control político, social, económico, ambiental y cultural del paramilitarismo en el Magdalena Medio santandereano, las masacres fueron un mecanismo a través del cual esos grupos armados mostraban el dominio territorial que tenían, amparado en el objetivo de acabar con las insurgencias. Con esa narrativa, el 16 de mayo de 1998 cometieron una masacre en Barrancabermeja que dejó 11 personas asesinadas y más de 25 desaparecidas (Verdad Abierta, 2009).

De acuerdo con declaraciones de alias ‘Julián Bolívar’, las AUC cometieron al menos 20 masacres entre 2000 y 2004 en Bucaramanga, Barrancabermeja, Girón, Barbosa, Capitanejo, Málaga y Puerto Wilches, con el fin de continuar con la expansión territorial que se habían planteado para asumir el control del Magdalena Medio santandereano y desplazar a las insurgencias (Verdad Abierta, 2009).
En este contexto, persiguieron también a líderes y organizaciones sociales de los municipios de la cuenca del río Sogamoso como mecanismo para destruir el tejido social y las apuestas locales de buen vivir, en ocasiones contrahegemónicas. Merece la pena recordar cómo el accionar de los grupos paramilitares, encarnado en el desplazamiento de unos 300 trabajadores sindicales, las amenazas colectivas y los homicidios selectivos, se convirtieron en elementos de disuasión de las resistencias al desarrollo hegemónico en la región. En la zona, estaba muy tergiversado el papel de los sindicatos, por lo que se pretendía limitar las acciones de los trabajadores en estas organizaciones, para mantener el buen clima de inversión en la región y la estabilidad de las empresas (Castaño, 2015, p. 161).

Fuente: Sinderh en: Castaño, 2015, p. 154

…amenazados y duro, les dijeron: un paso más y se van para el río, y cuando a uno le dicen que “se va para el río” no es a pescar, ni a bañarse, ni a tomar agua, es a que lo pelen y lo echen agua abajo, porque el río ha sido el caldo de cultivo de todos los grupos, buenos y malos para echarle gente. El río no escatima nada, lo que cayó ahí se lo lleva.

Líder sindical de Sintrapalma, 2014.

Los desalojos, despojos y desplazamientos forzados que iban de la mano con amenazas, asesinatos selectivos y desapariciones, fueron estrategias militares estrechamente relacionadas con el imaginario del desarrollo materializado en las políticas de crecimiento económico basadas en las explotación y exportación de “recursos naturales”, sumados a la entrega de incentivos a la inversión privada, pilares profundizados por un gobierno tras otro en Colombia. La implementación de proyectos económicos como la ganadería, la palma africana, la minería y el petróleo, se sustentaron de forma violenta en la concentración y potrerización de la tierra. Esta situación no es una percepción de las comunidades ribereñas, sino un hecho que se demuestra también con los datos de la propiedad rural de tierra en Santander.

En la gráfica de la derecha se observa que un amplio porcentaje de la propiedad en el departamento está en manos de un reducido número de propietarios, mientras que en la de la izquierda se ve cómo, desde la década de 1970 los grandes terrenos se mantuvieron, mientras que los más pequeños siguieron parcelándose y dividiéndose.

Fuente: Novoa, Pardo y Rico, 2011, p. 67.

En la cuenca del río Sogamoso la ganadería siguió en auge gracias a la compra de tierras por parte de narcotraficantes, lo cual ayudó a consolidar un modelo de ocupación del territorio basado en el latifundio. En la región la gente afirma que, a través de intermediarios, Pablo Escobar compró grandes y conocidas haciendas en el municipio de Girón, llamadas Capitanes y Capitancitos.

A medida que el precio del suelo va subiendo y se va valorizando por la Ruta del Cacao y la Ruta del Sol, las zonas del río Sogamoso se vuelven claves para lavar dólares. Entonces ya entra, no el cultivador, sino el narco a comprar tierra ahí. Los grandes narcos del Magdalena Medio viven en Bucaramanga, pero compran tierra para vivienda campestre porque tienen plata y tienen que subir activos, y el río Sogamoso es una zona donde la tierra se ha valorizado mucho. Poco a poco se ve que esto va creando un desplazamiento económico del campesino tradicional y termina siendo una amenaza muy fuerte para los pescadores.

Santiago Camargo, Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, 2021

Una de las formas en las que latifundistas locales e inversionistas externos, coincidiendo con los intereses del paramilitarismo, lograron apropiarse y mantenerse en grandes extensiones de tierra, fue mediante la implantación a gran escala de monocultivos de palma aceitera, ganadería extensiva y megavías, entre otros proyectos.

En esas zonas, a pesar de ser verdes, la biodiversidad es apenas un recuerdo. Aunque se ve cómo el viento mueve las ramas de las palmas africanas, no hay que dejarse engañar por la vista: aquí no pululan las aves, aquí no habitan animales. Este lugar es un territorio más muerto que vivo, son desiertos verdes.
Estas plantaciones hacen parte del paquete extractivista que se asentó en la cuenca y, aunque parezca menos nociva que otras de esas actividades, no lo es. Se trata de una actividad agroindustrial que usa enormes cantidades de agua y debilita la tierra donde se asienta, así que degenera a largo plazo los suelos y los ecosistemas hídricos. Buena parte de las aguas superficiales y subterráneas son utilizadas en la codiciada cuenca del río Sogamoso para el cultivo de palma aceitera, en tanto las raíces de las plantas pueden alcanzar fácilmente el nivel freático y alimentarse la mayoría de las veces sin necesidad de continuos y grandes sistemas de riego. No es una ventaja menor, teniendo en cuenta que se trata de un cultivo altamente intensivo en uso de agua. En términos ambientales, el estrés hídrico que este proyecto extractivo genera es muy alto, puesto que de su nivel de consumo de agua dependen el crecimiento, los racimos y la tasa de extracción de aceite. Por ejemplo, en Puerto Wilches, uno de los mayores productores de aceite de palma, la cuenca de la quebrada La Gómez ha disminuido, entre 1980 y 2005, 289 kilómetros de su red hídrica, es decir que por año han ido desapareciendo 19,2 kilómetros de corriente de agua (FIAN, 2009).
Pese a sus fuertes consecuencias sobre los territorios, la palma aceitera como proyecto económico, no solo ha logrado pasar por encima de la normativa e incluso adecuarla a su favor, sino también implantarse con gran fuerza en la región y en el país. Fidel Mingorance (2006) ofrece una explicación desde el análisis de la relación entre conflicto armado y extractivismo, donde se evidencia cómo la cuenca del río Sogamoso ha sido convertida en un botín de guerra para beneficio de los empresarios y gremios palmeros, que combinan actuaciones ilegales y delictivas, políticas gubernamentales e inversiones internacionales, en cinco fases:
1. Arremetida armada, incursión social y territorial, y consolidación de control paramilitar.
2. Apropiación ilegal de las tierras por medio del desplazamiento, despojo, desalojo, robo o compra con intimidación armada.
3. Sembrado de palma.
4. Establecimiento de complejo palmero compuesto de plantaciones y extractoras de aceite.
5a. Flujo del aceite hacia el mercado nacional y/o internacional.
5b. Dominio territorial.

Fuente: Mingorance, 2006, p.33.

A este modelo propuesto por Mingorance le agregamos un elemento transversal que es el ataque a los trabajadores y sindicalistas de la palma en la cuenca, pues este proyecto extractivo implica diversas formas de violencia social y ambiental, comenzando por formas de trabajo que se acercan a la esclavitud, desecación de las ciénagas y transformación del paisaje.
En el caso de Santander, el modelo se ha iniciado con complejos palmeros ya establecidos, en donde los empresarios conformaron o invitaron y financiaron a grupos paramilitares como cuerpos de seguridad privada frente a la guerrilla.

[Las empresas de la cuenca del río Sogamoso] se tenían que sentar con nosotros. En ese momento si el Estado no estaba, éramos quienes ejercíamos control territorial, tenían que sentarse los actores, todas las fuerzas vivas de la región (...) Sí hubo alianzas estratégicas, militares, económicas como hemos hablado con empresas contratistas a quienes debíamos obligar y había otras que ni había que buscar. Tenían causa antisubversiva, a otras si había que buscarlas. (...) Nosotros entregamos un listado de más de 5.000 empresas y eso está en Justicia y Paz.

Excomandante del Bloque Central Bolívar de las AUC, 2021.

El Complejo Palmero Santander - Sur del Cesar Magdalena Medio y ejes de expansión Bolívar y Norte de Santander ejerció un repertorio de violencia social y ambiental en la cuenca, directamente relacionado con el conflicto armado interno:

Apropiación ilícita de tierras y delitos asociados, apropiación indebida o fraudulenta de tierras, robo de tierras, compra de tierras bajo coacción armada, falsedad en documentos, asesinato de sindicalistas y trabajadores de palma, persecución sindical, asesinato de líderes sociales y campesinos, ruptura del tejido organizativo y social, asesinatos y masacres, desapariciones forzadas, desplazamiento forzado colectivo o individual, extorsión, infracciones al Derecho Internacional Humanitario, pillaje, atentados y enfrentamientos armados en las plantaciones, lavado de activos del narcotráfico, paramilitarismo por acción o colaboración (financiera, logística u operativa), secuestro, torturas y hostigamientos, amenazas con el fin de crear un clima de terror.

Mingorance, 2006.

El uso de la violencia para establecer el cultivo de palma africana transformó las prácticas de la población ribereña, profundizando los procesos de descampesinización. Para sembrarla se quitó cualquier otro cultivo, entre ellos, los de pancoger como la yuca, el maíz y el plátano.

A las comunidades les ha tocado sustituir sus actividades agrícolas, de pesca y minería artesanal, por los trabajos temporales que ofrecen las empresas extractivas, poniendo en riesgo sus prácticas y conocimientos culturales, junto con su autonomía, soberanía alimentaria y buen vivir. La vida se encareció y las promesas de generación de empleo de las palmeras no se cumplieron. Según el Plan de Ordenamiento y Manejo de la cuenca del Sogamoso, las plantaciones generan escasamente 1 empleo directo al año por cada 10 hectáreas sembradas.
El crecimiento de esa agroindustria en la cuenca del río Sogamoso, al igual que el crecimiento económico en el país, creó una progresiva demanda de sistemas viales para el transporte interno y externo de los productos que se estaban generando. El país empezó a priorizar el desarrollo de megaproyectos viales de la mano de la inversión privada, no sólo a escala nacional, sino también latinoamericana. El Plan Puebla Panamá (PPP) por ejemplo, surge en el año 2001 para afianzar la interconectividad entre Colombia y los países de Centroamérica para lograr una coordinación en torno a la construcción de plataformas de infraestructura eléctrica, telecomunicaciones y transporte.
Por otra parte, y ligado al PPP, en la reunión presidencial de Brasilia de 2002 se aprobó el proyecto IIRSA (Iniciativa de Integración Regional Suramericana) de acoplamiento energético, de infraestructura y de comunicaciones para América Latina, con base en la construcción de grandes vías, hidrovías e hidroeléctricas en el continente. El objetivo de los gobiernos, tanto del colombiano como de los otros 11 países que le apostaron a este modelo de integración, era conectar los grandes centros de producción con los de consumo, abaratando y acelerando los traslados y reforzando el control territorial. Mientras en la cuenca del Sogamoso a duras penas se terminaba de convertir los lodazales en caminos, estos proyectos llegaron a imponer vías que la atravesaron, privilegiando la interconexión internacional sobre las necesidades de conexión interna para proteger y fomentar las economías locales campesinas.
Entonces, mientras los megaproyectos prosperaban y los gobiernos nacionales y departamentales se esforzaban por vender a la región como un espacio ideal para ser explotada a cambio de inversión extranjera, el conflicto armado seguía siendo el telón de fondo que se buscaba ignorar, para no tener que enfrentar que las ganancias económicas de las empresas estaban sustentadas en la violencia. No era esa la mejor carta de presentación para atraer inversionistas, así que el gobierno comenzó a esforzarse por mostrar que trabajaba por poner fin a la guerra.
En ese marco, en los años 90 se llevaron a cabo negociaciones de paz con las guerrillas del EPL, M-19, el Movimiento Armado “Quintín Lame” (MAQL) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), cuyo resultado fue una primera ola de desmovilización de grupos insurgentes que implicaron cuestionamientos reiterados y fuertes sobre la legitimidad de la lucha armada. Tanto grupos desmovilizados y reintegrados, como sociedad civil, empezaron a presionar salidas dialogadas a la guerra. En ese contexto, en el plan nacional del presidente Andrés Pastrana (1998-2002), Cambio para construir la paz, se reconoció que la violencia y la criminalidad eran, además, barreras que no permitían que el país creciera en términos económicos, debilitando la legitimidad del Estado y la democracia.

En ese período se inició una consolidación militar del Estado, fortalecido bélicamente a través del Plan Colombia y coincidente con la arremetida paramilitar. Así, se forzó a las guerrillas, principalmente a la de las Farc, a un repliegue militar y a un proceso de debilitamiento por pérdida de control territorial, desmantelamiento de frentes, muerte de comandantes y disminución de pie de fuerza por deserciones, así como por una creciente deslegitimación social de su accionar. Es en ese marco inician diálogos con el gobierno en San Vicente del Caguán.

Pero las ideas de paz no fueron bien recibidas por todos los sectores de la sociedad, pues de inmediato se iniciaron procesos de movilización y presión social y política, tanto en contra de los diálogos de paz con las Farc, como de la propuesta de desmilitarización de otra zona para conversar con el ELN. La oposición fue liderada por políticos, ganaderos, palmeros y otros empresarios, con el apoyo directo del Bloque Central Bolívar de las AUC y de su comandante político alias ‘Ernesto Báez’, quienes se agruparon en la Asociación Civil para la Paz (Asocipaz) y el movimiento "No al despeje".

"No al despeje" fue influenciado, manejado y orientado por las autodefensas y que en los paros de transporte y en los bloqueos de vías no podían participar él ni Rodrigo Pérez Alzate, alias ‘Julián Bolívar’, ni, en general, personal paramilitar, pero que todos se encontraban "en las fincas con los radios monitoreando, ordenando, manejando, mejor dicho, sacando comunicados".

Corte Suprema de Justicia, 2011, p. 35

En 2002 los mismos sectores que participaron en Asocipaz y “No al despeje” de Santander acordaron la inscripción de una lista única al Senado de la República por el movimiento político Convergencia Popular Cívica (CPC), encabezada por Carlos Arturo Clavijo Vargas y compuesta por Carlos Reinaldo Higuera Escalante y Carlos Julio Galvis Anaya. Tanto la conformación de dicha lista como su promoción electoral, “fueron asumidas, con pleno conocimiento por parte de sus integrantes, por Iván Roberto Duque Gaviria, alias ‘Ernesto Báez’” (Corte Suprema de Justicia, 2011). Así mismo, fue ‘Báez’ quien presentó públicamente la lista única y sus candidatos ante líderes de distintos sectores reunidos en el municipio de Lebrija el 5 de octubre de 2001, con un discurso en que afirmó que “el lanzamiento de la lista única por todo el Magdalena Medio se hacía con el liderazgo de las autodefensas, refiriéndose a Clavijo Vargas y a Higuera Escalante como colombianos excepcionales, hombres de bien y ciudadanos del común incontaminados de la política y antisubversivos” (Corte Suprema de Justicia, 2011).

Todas estas acciones influyeron en las votaciones al Congreso de la República para el periodo de 2002-2006, ya que esa lista presentada por CPC alcanzó un total de 57.474 votos, eligiendo a Carlos Arturo Clavijo y a Carlos Higuera Escalante como senadores. Según la misma Corte Suprema, la lista única obtuvo sus mayores votaciones en los municipios del Magdalena Medio que para esa época eran marcadamente de influencia paramilitar.
Durante el proceso judicial de la parapolítica en 2011, la Corte Suprema de Justicia determinó que los exsenadores Carlos Arturo Clavijo Vargas y Carlos Higuera Escalante son culpables del delito de concierto para delinquir agravado en la modalidad de promocionar grupos armados al margen de la ley.

(El paramilitarismo), a través de la implementación y utilización de estrategias caracterizadas no solo por la ilegalidad, sino también por la violencia, ha sido objeto de instrumentalización con el propósito de consolidar y salvaguardar novedosas y muy significativas, lucrativas y cuestionables preeminencias, lo cual se concreta, en el ámbito fenomenológico, en hegemonía en el manejo de regiones vitales, tierras fértiles idóneas para la implementación de la agroindustria, territorios en los cuales resultaba viable desarrollar primordiales proyectos de infraestructura y zonas geográficas con diversos recursos naturales y alta biodiversidad.

Corte Suprema de Justicia, 2011.

Con base en este análisis la Sentencia de la Corte niega la afirmación de Carlos Reinaldo Higuera Escalante de que el concierto para delinquir se dio únicamente con el objetivo de conseguir beneficios electorales, sino que, por el contrario, la estrategia de la parapolítica tenía como objetivo fortalecer mecanismos legales e institucionales al servicio de unos intereses lucrativos y hegemónicos del desarrollo, y a partir de ello someter a la población, los territorios de la cuenca y sus ríos ante mencionados intereses. Así lo evidencia el testimonio de Carlos Arturo Clavijo Vargas, en el cual informa que Carlos Higuera, Carlos Julio Galvis Anaya y él, coincidieron con alias ‘Ernesto Báez’ y alias ‘Julián Bolívar’ en varias reuniones realizadas en Puerto Berrío, Sabana de Torres y Cimitarra en el año 2001, con el fin de discutir temas relacionados con el proyecto político en el Magdalena Medio, en específico, frente al “desarrollo de la región, obras de infraestructura y beneficios para la comunidad y diferentes temas nacionales” (Corte Suprema de Justicia, 2011).

Nos hemos detenido en este tema porque se trata de un ejemplo que muestra de manera muy clara la relación entre conflicto armado y extractivismo que ha hecho de la naturaleza su escenario, botín y víctima. Además de la contundencia de los argumentos anteriores, es importante reconectar en esta historia a la Hacienda Montebello. Concebida como un modelo de progreso en la zona desde la segunda mitad del siglo XIX y fundada por el alemán Geo von Lengerke, terminó en manos de la familia de Carlos Higuera Escalante. Como le ocurrió históricamente, fue eje de invasiones por parte de campesinos sin tierra que buscaban un lugar para vivir, pero con esta última familia, se sumó el hecho de que el hermano del exsenador condenado por parapolítica, Fernando Higuera Escalante, se ha presentado como oponente ante procesos de restitución de tierras para evitar que estos terrenos le sean devueltos a la población ribereña que los ocupaba.

Además, resulta destacable que la Hacienda Montebello se encontraba en la vereda El Tablazo, lugar donde desembocaba el río Chucurí en el Sogamoso. ¿Por qué esto es importante? Porque el Tribunal Superior de Cúcuta determinó que entre los años 2000 y 2006 este lugar fue utilizado para desaparecer los cadáveres de las personas asesinadas por grupos paramilitares que operaban en San Vicente de Chucurí, así como también para el almacenamiento de insumos del Cartel de la gasolina. Frente a estos hechos muchas familias se quedaron a la espera de respuestas que tal vez nunca lleguen, ya que El Tablazo fue inundado por el embalse de Hidrosogamoso y el río que nuevamente fue forzado a ser cómplice y testigo de los hechos del conflicto armado. Ahora, como si nada hubiera sucedido allí, este sitio es promovido como lugar turístico.